Sueños que dan paz

Por Solón Chavarría Aguilar. Médico, político, escritor, diplomático

Siempre sueño con ser libre hasta el final de mi vida terrenal. Más cuando niño soñaba con el regalo de navidad, también pensaba y soñaba que, algún día sería capaz de regalarme lo que me gustaría tener, para así poder ser libre a servicio de la humanidad. Mis sentimientos de libertad se cimentaron en la pampa Guanacasteca, al ver correr en estampida natural al caballo cimarrón, cuando se revelaba, al negarse a ser atrapado por la soga sus músculos se marcaban en su cuello elegante, altivo, fuerte y adornado con un pelambre tornasol que brillaba al caer los rayos del ardiente sol, lo cual parecía “encabritar” aquel caballo juvenil que brincaba y brincaba, como si todo eso fuera el ritual que lo preparaba para salir en estampida buscando la ansiada libertad.

Ya al llegar a mi adolescencia muchas veces soñé con ser profesional y decía que yo iba a ser el médico que curaba con solo una medicina. Mi deseo era cumplir sueños, en ocasiones quise aprender a tocar guitarra y rápido me di cuenta de que aquello no era lo mío. También intenté ser marimbista. Pero de la misma forma, me di cuenta de que eso no era para mí. Muy temprano me convencí de que. “El fuerte mío era el estudio”, pues se hacía evidente el tener una memoria privilegiada, cuando leía algo con mucha facilidad lo grababa en mi cerebro infantil y luego juvenil. También cuando en la escuela a mis maestros escuchaba aprender se me facilitaba. De hecho, ya en segundo grado a mis 8 años de edad, la maestra Clementina Jirón decía que yo no dejaba trabajar a los compañeritos, porque iba adelante, cuando ella preguntaba algo, yo siempre contestaba rápidamente. Mi maestra necesitaba continuar la clase con la participación de todos mis compañeros, entonces me mandaba a comprar chicharrones donde Chico Díaz.

Posteriormente, mi maestra al parecer me iba a pasar al tercer grado antes de haber completado el segundo, pero yo no estuve de acuerdo. Resulta que yo ya sabía de aquello que mi querida maestra y mi madre amada estaban tramando, es más me acuerdo que no quise pasar a tercer grado porque ellos iban “muy avanzados”, según mis cálculos. También porque no quería dejar a mis compañerito de segundo grado, con quienes ya había entablado amistad. Esta parte de mi historia la contó la Sra. Ana Héctor Jirón, hija de quien fue mi maestra de escuela en mención, ella lo relató con entusiasmo frente a mi esposa Elsie Víquez Vargas, durante una actividad para celebrar la marimba (símbolo de nuestro pueblo) dedicada a mi hermana Maribel Ortega Aguilar (que descanse en paz). Quien, casi nunca faltaba a aquel homenaje que cada año se realiza, para resaltar el valor que le damos a la marimba en mi pueblo natal.

Me emociona recordarlo ya que al final de mi transitar por este mundo terrenal, he llegado a conocerme mejor y puedo concluir que, en el fondo soy un tanto tímido y calculador. No me gusta hacer algo sin estar completamente seguro. Es más, una vez que me he ido conociendo y haciendo un repaso de los logros alcanzados, valorando los resultados, he llegado a pensar retrospectivamente que, en tercer grado de escuela también me hubiera ido muy bien, sin embargo, ahora están almacenados en mi memoria tantos “hubiera”, que quizás algunos habrían sido
exitosos y en otro tanto, me pude haber embarcado, por esto último es que en ocasiones cuando se presentan algunas situaciones especiales, he sido muy cauto al enfrentar una que otra aventura.

Mientras tanto nunca me olvido del dicho. “El que con leche lo han quemado, hasta la cuajada sopla”. En política muchas veces he tenido éxitos y otro tanto de fracasos, siendo que los primeros me han llenado de alegría y los otros de tristeza. Ahora cuando analizo mi diario vivir en mí ya larga existencia terrenal (77 años), me siento un ser humano bendecido, agradecido y feliz de la misión cumplida durante toda mi larga y bendecida vida. Siendo que siempre he sido un ser humano noble, creyente y agradecido, con humildad, respeto y devoción me arrodillo, junto mis manos y mirando hacia el cielo digo.

“Gracias Dios bendito por tanto que me has dado”. Y siendo solidario como siempre he intentado ser, nada más te pido con humildad, fervor y confiado en tu gran poder, que en el mundo prive La Paz, el amor, la bondad, el respeto mutuo, la amistad y felicidad entre los seres humanos. También te pedimos Señor que se mantenga el equilibrio sano y vital con la flora y fauna, para que todos los habitantes humanoides del globo terráqueo actual y todo aquel de la posteridad, a tu nombre hemos de cuidar el planeta que nos has dado en custodia, como si esto fuera siempre el paraíso terrenal que has creado, para que los seres humanos hagamos realidad los sueños que, nos permitan vivir en paz, en hermandad y confraternidad.

UN PARAÍSO TERRENAL
AMÉN. AMÉN. AMÉN.

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