Señor
José Manuel Peña Namoyure
Periódico Anexión.
Hombre Peñita, el otro día que me di una vueltecita por el pueblo, anduve tirando lente por si lo miraba y con la cosa que lueguito diunos buenos chichemitos de rigor, echarlos una conversa de las cosas que pasan en estos lares diría Mincho Valdez y las nuevas que llegan con sus conocencias mi amigo.
Si hom, en la pura tardecita lueguito de los jolgorios y las alegrías de los celebros, estaba fresquiando bien sabroso en un poyo del parque, memoriando de como seria esta plaza en los primeros tiempos, cuando Nicoya era una villita, un caserío en los puros comiencitos del pueblo. Asegun contaban los más viejos, historias sabidas de sus herencias, aquí puramente era la gran plaza de los chorotegas, legitimo lugar onde tenían sus comercios y sus grandes fiestas del sol.
Si hom, decían de fiestones grandes hasta tres días cuñao, comederas, bebestibles ni de diga pito, bailaderas con sus areitos y con su música que decían. Si pito, decían aquello era de los diablos papito. Comonó pápa, eran grandes esos pueblos cuñao, eran grandes hasta que llegaron los españoles con sus vainas y de viaje jocotiaron todo cuñao. Pues si pápa, figúrese que estaba en esas memorias y cavilaciones cuando me vino al calabazo una vieja leyenda quiuna vez hace mucho me conto mi pariente el finao Augusto Matarrita, el pintoresco Indio Murruco, su nombre de guerra, quera un gran sabedor de muchas historias y leyendas nicoyanas.
Si hom, me contaba quen los primeros tiempos llego a Nicoya un matrimonio de Matambú con una hija muy linda, un encanto de muchacha, una princesa chorotega que de viaje le robo el corazón a un poderoso gamonal del pueblo, quen menos que se persina un congo, pronto la hizo su esposa. El matrimonio quera muy feliz decía mi primo Guesita, duro muy poco ya que, por esas vueltas de la vida, en los puros empiecitos al poquito tiempo el varón paró el casco, paró el cacaste como dicen cuñao. Si hom, que vaina carajo decía la gente y no hubo remedio.
En un dos por tres quedo viuda la pobre en aquel gran caserón onde vivían. Contaba el primo que la viudita sufría mares en sus soledades, pero por gracia de Diosito, diun pronto a otro le llego un pretendiente, un mestizo nicoyano, un gran trabajador con quien se convinieron en poco tiempo. Comonó pito, el matrimonio era feliz, pero pronto llego otro mal sin sabor en su vida. La cosa era que, por un conjuro raro, digamos por un jodido sortilegio brujero, todos los hijos que la mujer concebía morían al nacer.
Que vaina carajo, que vaina carajo decía el pariente. Si pito, era terrible. Sufría mucho pero mucho, y era una aflicción del conocimiento del pueblo, por lo que y una vez un sabio chorotega, un hijo natural del monte, compadecido de aquel sufrimiento raro, invocó al coyote, al sapo, a la lechuza, al venado, a la sorococa y a la culebra, para quen una ceremonia venida de los más profundo de los tiempos, alistaran un bebestible secreto de conocencias ancestrales y se lo tomara la sufrida mujer. Vea uste primo decía el pariente, como por encanto, un tiempo despuesito la muchacha se mejoró y vino al mundo una linda niña, una princesita mestiza que por raro encanto traía una culebrita enroscada en el cuello, bichita que rapidito safo metiéndose en una rendija de la casa.
Creció la niñita hasta hacerse tamañita, pero siempre sufría y sufría, lloraba mucho porque quería tener una hermanita con quien jugar. En una ocasión sucedió algo bien misterioso y fue que al ver aquel deseo tan sincero de la niñita, del tabique de la casa, salió la culebrita que como por encanto se convirtió en otra bella niñita mestiza, otra nueva princesita nicoyana. La niñita le contó que ella era su hermana gemela, que al nacer había tenido que huir porque en el pueblo había muchas fuerzas malignas, cicimicas de llano, que querían que no naciera porque estaba destinada a ayudar mucha pero mucha gente del pueblo.
La cuestión es que otra vuelta el sabio chorotega juntamente con oraciones secretas y sumerios de copal, con grandes ceremonias ancestrales, areitos de atabales pitos y ocarinas, conjurados por varios días, para siempre libero a la nueva princesita de los enemigos que padecía y entonces las hermanitas vivieron muy felices con sus papitos en la vieja casona que estaba en una esquina de la vieja plaza chorotega. Las gentes del pueblo al ver aquel suceso tan grande, aquel suceso tan prodigioso, en su recuerdo hicieron una culebrita de madera y la pusieron en la esquina superior de la casona, en la puerta de sol que decían, casona que según cuentan estaba situada al puro diagonal onde estuvo al principio la edificación del viejo ayuntamiento nicoyano.
Hombre Cabo, que le pareció esta vieja leyenda del pariente, bonita, llenita de esos encantos que siempre rodearon las viejas historias chorotegas de nuestro pueblo querido. Si hom, con la misma y en otra que los viamos con más tiempo, a lo mejor le cuento otras historias destas que contaba con grandes conocencias el pariente, el muy siemprebien recordao, el famoso Indio Murruco. Si señor, aquí dejo pito y áhi los vemos más elante si Diosito lo permitecuñao. Hasta la vista compañero.
Su amigo nicoyano
Crecencio Aguirre
Nambí de Nicoya
19 de octubre del año 2023
Aclaraciones varias. Areitos. Prologadas
danzas indígenas. Atabales.
Tambores de cuero de venado. Calabazo.
La cabeza. Chichemitos.
Chicheme. Bebida hecha de maíz pujagua.
Cicimicas. Diablos del llano.
Conocencias. Saberes, conocimientos. Copal. Árbol de resina olorosa.
Jocotiaron. Fregaron, acabaron. Matambú. Pueblo al suroeste de Nicoya.
Ocarinas. Especie de silbato indígena. Parar el cacaste. Morirse. Parar el
casco. Morirse Puerta de sol. Puerta esquinera que permitía luz por dos
costados. Sorococa. Lechuza pequeña.
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