Roberto Núñez Pérez: Hasta siempre mi profesor y amigo

Por José Manuel Peña Namoyure. Ex alumno Instituto de Guanacaste

Me desperté el domingo 16 de agosto con la triste noticia del deceso de este gran ciudadano y docente desde la Liberia Antigua. Lo conocí desde niño a los 8 años (1960) porque su amada esposa, doña Hilda Rivas era mi maestra de segunda grado en la escuela Ascensión Esquivel. Luego, en 1966 llegué a primer año del Instituto de Guanacaste y quien nos recibió con la lógica matemática, fue don Roberto.

Era muy amistoso, jovial, usaba la ironía y el sarcasmo con mucha elegancia y sabiduría. Se proponía hacer una alianza amistosa con sus alumnos. Llegaba con una vestimenta elegante en la moto Vespa y luego en el Datsum verde. Las lecciones eran amenas y eso ayudaba a no tener el clásico miedo a las Matemáticas. Todos los lunes era de rigor analizar desde el prisma de los números el premio mayor de la lotería. Desde su óptica posterior al sorteo daba cuenta del porqué cayó tal número. Era un rato de total recreo mental y de vacilón.

Tenía una linda letra y los números los hacía muy bonitos. Era tal su elegancia que con frecuencia hacía alusión a sus zapatos bien lustrados. Entonces se agachaba y decía que tirada con esta tiza, para que le viéramos su fino calzado. Y aún hay más del humor y donaire de don Roberto Núñez Pérez. Cuando estábamos en los días finales del curso lectivo y muchos andaban con problemas de notas para pasar al otro año. En ese arranque de la época pre decembrina.

Se ubicaba en la puerta del aula y exclamaba: caramba se sienten vientos de aplazados. Y eso era un estrategia inteligente para que los alumnos complicados con las notas redoblar esfuerzos. Por cierto que cada vez que dictaba las preguntas del examen. Decía en tono desafiante y puro. “Quieto el peje aunque nunca nade”. Una forma elegante de señalar que no se valía copiar. Don Roberto también fue regidor municipal en un cuatrienio de grandes logros para Liberia.

Siempre mantuve una relación afectuosa con mi Profesor y Maestro ya entrado en años. Recuerdo que hubo una época en que salía muy temprano de la mañana a caminar por las calles liberianas y llegar al estadio Edgardo Baltodano Briceño a dar varias vueltas. Su compañero de atletismo era el licenciado Luis Alfredo Larios Ugalde.  Tengo otra anécdota con mi querido Profesor. Un día fuimos a la Copa de Oro, en cuya esquina se inspiró el más grande músico de Guanacaste, Maestro Jesús Bonilla Chavarría para componer la inmortal Luna Liberiana.

Ahí nos atendió el buen amigo Lafa Acón. Pedimos una cuarta de buen ron con Coca Cola. Una larga y distendida conversación que tocó muchos temas. Ya listos para pagar la cuenta. Don Roberto vio que quedaba bastante líquido negro y me dijo. Un momento “eso es plata y nos alcanza para otro trago”, lo cual hicimos hubo más rato de charla. Así que demostró sus brillantes dotes de matemática pura. Era devoción pasar cada mes a llevar mi periódico Anexión a su hogar y dedicar largo rato a conversar de muchos temas.

Un día llegué con zapatos Florsheim, una marca prestigiosa gringa. Se quedó viendo y con cierta ironía le recordé que era una evocación de sus finos zapatos y la tiza. Recuerdo que se río a carcajadas. Otro recuerdo grato que evoco es que cuando los fines de semana me daba una vuelta por los restaurantes. Ahí estaban departiendo animadamente mis profesores Juan de Dios Muñoz y don Roberto Núñez Pérez; con sus esposas, doña María Elena Rivera y doña Hilda Rivas. Era de rigor y obligación interrumpir para saludarles. Debo indicar que siempre mantuve un contacto permanente con don Roberto. Hasta hace pocos días que le mandé la edición de Julio y me envió un mensaje muy generoso.

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