
Desde que se descubrieron las minas en 1884, hasta 1890 en que se fundó Las Juntas como un incipiente poblado, cuando Antonio Vega Arrieta construyó la primera casa de habitación, la verdad cuesta imaginar cómo sería la vida en esos años, para los primeros mineros. Los primeros senderos hechos a pico y pala, sierras de mano sacando tablones para construir los galerones, guardando por las noches sueños de riquezas esperadas. Túneles en las duras rocas de las montañas, que, vírgenes, empezaron a regalar piedras escarchadas, con vetas riquísimas y también engañosas piedras brillantes llamadas jabonada, que ilusionaron a más de uno con haber encontrado algo valioso.
La llegada de empresarios a aquellos rumbos, acentos extraños y la noticia dando vuelta al mundo, de boca en boca, como los cuentos de camino, hicieron que muchos iniciaran el viaje, quizás sin regreso, a las famosas minas de Abangares. Todo era bueno para llegar, lanchas por el Golfo de Nicoya, caballos por el camino del Arreo, caminos escabrosos desde Nicaragua, entrando por Desjarretado, por dentro de las montañas, dirigiéndose por el sol, así fueron llegando de a poquito. Chinos como don José Chan Li, fueron bien informados no más llegando en barco a Puntarenas, o Juan Segnini desde su natal Italia, o los Segura caminando al paso desde El Salvador…
Qué les esperaba? Una que otra mamarracha o enramada, cercana al río Abangares, pero y ese pero debería ir en mayúscula, al lado de la ribera sur, porque más allá estaban los dominios de la poderosa Abangares Gold Fields, amo y señor de las misteriosas montañas que encerraban el tesoro escondido. Uno de los primeros negocios que hubo en la callejuela a orillas del Río fue el trapiche de Antonio Vega, el fundador( donde está Lubricentro Fu). Y después apresuraron el paso los negocios dispersos por ambos lados de aquella que pronto sería famosa calle. A qué se puede atribuir la fama de ese lugar, así, tan chiquito? Nada menos a la presencia de cantinas y sitios de diversión. Pensados en atraer a quienes vivían soterrados en los túneles y ganaban su dinero, que querían gastar en día de pago.
Sería incontable mencionar las incidencias de esos días en que llegaban por todo un fin de semana aquellos mineros hasta Las Juntas. Cruzando el río tempestuoso, al igual que cruzaron en carretas las enormes maquinarias que llevó la Compañía hasta La Sierra. Entonces empezaron a surgir nuevos emprendimientos, alquiler de caballos, caballerizas, alquiler de carretas, tiendas grandes, panaderías, boticarios, que llegó a haber tres boticas a la vez, en los veinte estuvieron Mr. Brown, oriundo de Limón, don Cosme Salazar y José Gamboa. Según la memoria de Gloria Mekbel, de ascendencia libanesa.
Si un día se detienen a observar los fuertes barrotes de hierro de las escasas casonas más emblemáticas de la calle del Comercio, como la de los Chan, piensen que así las hicieron no sólo por ser muy lindas, sino que el escandaloso día de pago, cerraban las puertas y vendían licor y armas o compraban oro, por aquellas rejas! Así, que ya saben otro detalle más de este pueblo minero de Las Juntas, para que lo cuenten y no digan que no saben nada de sus orígenes.
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