
Me valgo de la generosa invitación de este querido medio de comunicación y su director, el periodista y buen amigo José Manuel Peña Namoyure, para hacerle llegar a todas y todos los guanacastecos un fraternal abrazo que es portador de todo mi respeto y afecto en esta nueva conmemoración de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.
Como historiador, siempre he entendido esa decisión como un factor determinante en la fundación y consolidación del entonces Estado de Costa Rica. Si ella no se hubiera producido, es probable que muy otra hubiera sido la suerte de la naciente entidad que, pocas décadas después, se convertiría en República. Y no lo digo con ligereza. De no haber sido por aquella visionaria actitud, las
fuerzas que hacia 1824 se disputaban la hegemonía sobre la ya fenecida Capitanía General de Guatemala, habrían logrado posicionarse con gran ventaja en el sur de la naciente Federación, arrastrándonos a la vorágine de violencia e inestabilidad que tanto daño ocasionó al resto de la región.
¡Cuánta razón tuvieron los próceres del Partido de Nicoya al mirar en el alero costarricense un resguardo seguro de sus aspiraciones de progreso y bienestar! Hoy vemos en el libérrimo y portentoso Guanacaste un emporio de riqueza natural y productiva que ha transformado profundamente a Costa Rica. Allí, entre parques nacionales, fuentes de energía renovable y tradiciones culturales centenarias, vive un pueblo trabajador y valiente, orgulloso de sus herencias y de sus saberes cuyos aportes a la construcción de la nacionalidad costarricense sigue sin valorarse lo suficiente.
Acogedor, el Guanacaste es también una de las más luminosas puertas que abren Costa Rica al mundo, y se reconoce como un destino feliz para millones de visitantes que lo recorren cada año. En el año 2015, en ocasión de mi visita oficial a la República Popular de China que coincidió con la presidencia Pro Tempore de nuestro país en la CELAC, el presidente anfitrión, Xi Jinping dijo en su mensaje de apertura. Que durante su viaje a Costa Rica unos pocos años atrás, había quedado prendado de los árboles de Guanacaste, cuya majestuosidad él quería que representara el futuro de las relaciones entre nuestros dos países.
En mi réplica -que tuve que improvisar parcialmente ante semejante homenaje- me referí a la palabra nahuatl que dio origen al nombre de nuestra provincia, “cuahnacaxtli” (“árbol de la oreja de hombre”) cuya semilla tiene ciertamente esa particularidad. Y lo hice para señalar que no solo nuestras relaciones tenían que ser grandes y fuertes, sino también estar cimentadas en una gran capacidad de escucha, de sabiduría y discernimiento mutuos.
El presidente Xi trajo el tema a colación posteriormente en varias ocasiones durante nuestra estancia, impactado al saber del rico aporte de las colonias chinas en el territorio guanacasteco y más allá. Me complace haber sido un entusiasta promotor del bienestar del Guanacaste durante mi administración y agradezco mucho el apoyo que al respecto siempre recibí de las y los representantes de la provincia de todos los partidos tanto en la Asamblea Legislativa como en los gobiernos locales. Ellas y ellos fueron decisivos en la concreción de muchos proyectos críticos para el futuro de la provincia.
¡Salud, Guanacaste inmortal!
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