
Por Dora María Quesada Venegas. Docente y escritora
Nació en Liberia en el año 1 922 y falleció el 3 de julio del 2 003. Vivió al lado de sus hijos en el Barrio Los Ángeles en Liberia. Su casa era de barro con bahareque, piso de tierra, con solar donde cultivó árboles frutales. La cocina era típica guanacasteca: con un hermoso fogón el cual mantenía los leños en llama, en ella cocinaba variedad de alimentos que cualquiera deseaba engullir, porque sabían a pampa guanacasteca.
Se dejaba decir: -Cuando se cocina con la bendición de Dios todo sabe a manjar de reyes. No podía faltar el metate para moler el maíz, como lo hicieron nuestros aborígenes. Un hermoso horno en el patio jamás podía faltar, allí se hornea ban las más ricas “ventas”: rosquillas de maíz, tanelas, tortilla dulce, pan de leche, tamal de queso. Cada vez que debía prender el horno, se le oía decir: -fuera gallinas, busquen otro nido. También corría los curruchos: – cuche cuche… fuera fuera, ¡por Dios! qué animaleros los que tenía que espantar: pollos, chompipas, gatos, perros, gansos. Con su coraje de mujer emprendedora, toma fuerza para abrir caminos de esperanza con lo poco que poseía.
Dispuso su casa para una de las primeras Pensiones del lugar: “Pensión Quesada”. Sus clientes comenzaron a llegar, atraídos por su don de generosidad y respeto. Podemos citar a Aníbal Reni, poeta y escritor, Jesús Bonilla, músico y compositor laureado, (padrino de su hijo Adolfo). Nunca se fijó en la clase social que quería albergue o comida, para todos había un campito y un plato para servirle; fue así como personas de lugares lejanos que a veces por la inclemencia del tiempo o por algún “quebranto de salud”, tenían que pasar la noche donde ella.
Lo más relevante fue cuando abrió las puertas la Escuela Normal de Guanacaste, una institución para la clase pobre en su mayoría, hallaron en la Pensión de doña Rosario la opción perfecta para aprovechar capacitarse. Por venir de zonas lejanas y de difícil acceso, vieron en ella la luz del porvenir… Muchos de estos muchachos, para cancelar la estadía, sus papás hacían trueque, o sea que le pagaban con sacos de frijoles, verduras o gallinas. Hubo casos muy particulares que ni siquiera había qué ofrecer para la estadía. La generosidad de doña Chayo como se le conocía, los hacía levantar el espíritu diciéndoles.
Dios proveerá, esa voz de aliento ayudó a algunos estudiantes a obtener su deseado título en Educación. Se dio el caso de un humilde y pobre estudiante que llegó con la dentadura en mal estado y doña Chayo como si se tratara de un hijo, lo llevó donde Denis Baltodano dentista de Liberia y le dijo: – por favor encárgate del arreglo de su dentadura, yo poco a poco te iré pagando. El progreso tenía que llegar. Al construir la carretera interamericana, vendrían cambios en la Pensión de doña Chayo.
Aumentó el número de comensales, por lo que se vio obligada a contratar la “comedera” a la señora Teresa Castañeda, quien en adelante sería su fiel colaboradora.Digno de reconocerle a esta señora, fue cuando se dio la lucha contra la Dictadura que maltrató a Nicaragua. Disponiendo su casa como: hospital, iglesia, funeraria y hasta como arsenal de armas, lo hizo con el afán desinteresado de colaborar con los más necesitados y explotados de ese país. Después que pasó esa lucha, el gobierno nica, para recompensarla, la nombró Cónsul de Nicaragua en Liberia. Para entonces, doña Chayo supo guardar unos “chuminos” que le sirvieron para construir su nueva y merecida casa donde se instaló.
Nombres de estudiantes que supieron aprovechar la bondad de doña Rosario: Aniceto Cubillo, Leonel Cubillo, Eithel Cubillo, Arnaldo Aguilar, Graciano Villegas, Wilmar Orozco y muchos más. En vida, como debe ser, le reconocieron la nobleza y humanidad a doña Chayo. Muchos a través del brillo de la luna liberiana, encomendaron su alma al Creador, por lo que fue: un ángel incondicional… Procreó siete hijos: Milton, Marta, Adolfo, Juan José, Leda María y Ana Bell.
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