Morir en tiempos del Coronavirus…

Por Dora María Quesada Vanegas. Educadora y escritora

“La muerte con su aguijón, abraza al tiempo junto a la pandemia del coronavirus, no quiere dar tregua, solo quiere despejar su camino. No da espacio para despedidas o actos solemnes, a nuestros seres queridos. El temor se siente por todos lados, pues caminamos en un “campo minado” escabulléndonos del enemigo que no vemos, pero se deja sentir cruelmente.

Es el jinete siniestro que galopa en su corcel, llevando en ancas al coronavirus. Corre de prisa con el viento, queriendo arrasar con las débiles criaturas en los agoreros tiempos. ¿Será que esta pandemia nos trae un mensaje bíblico que no hemos podido entender o no queremos hacerlo? …” Hasta luego, Manuel Chamorro Roverssi

Robaste el color celeste de las aguas cristalinas de las playas guanacastecas, para iluminar tus pupilas, el furor del oleaje moldearon tu maravillosa voz, transmitiendo sentimientos, alegrías y emociones. Tus padres, guiaron tus pasos en aquella Liberia sencilla y arrogante de los años 40, aprendiste a escabullirte entre el fandango, sólo para adentrarte en la medicina y el canto. Vislumbrando que no compaginaban, el canto fue tú elección.

Con tu impresionante voz, diste rienda suelta a entonar canciones propias y de escritores como: Héctor Zúñiga, Jesús Bonilla, Arístides Baltodano entre otros. Fue el amor, los paisajes, las playas, el sabanero, la cocinera y todo lo que concierne a los atractivos guanacastecos, tu inspiración en el pentagrama de tu vida.

Y… volaron las garzas de los riachuelos, el sol candente de la pampa, se hizo sentir desgarrando dolor y pena al vaticinar la partida del cantautor Manuel Chamorro Roverssi, sus rayos perpendiculares fueron sentidos con sollozos aquel jueves 23 de setiembre del 2021. Y luego… vino la tarde que con la frescura de la lluvia, trató de elevar las notas musicales de su garganta que a poco se fue debilitando hasta silenciarla. Quiso el cielo congelarlas en relevantes fantasías, colocándolas en cada color del arco iris, para luego enclavarlas en un pedestal muy alto de la pampa guanacasteca. Más era el veredicto de la vida: “su último suspiro, fue su última nota musical, en aquel cuarto gélido de un hospital capitalino…”

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