El profesor José Joaquín Muñoz Bustos dejó este mundo con una historia fecunda

Semblanza póstuma de su hijo Pedro Muñoz Fonseca, abogado y político

En 1970, don Quincho Muñoz, director del Instituto de Guanacaste, colocó a José Manuel Peña Namoyure, la banda como presidente del Gobierno Estudiantil.

“Feliz día a todas las mamás!!! Hoy mi tata se juntó con mi mamá. La calculó bien. Y es que en Liberia y en muchos otros lados, no podemos entender a uno sin el otro. Siempre juntos, ella al volante, segura y en control. Y no me refiero sólo al carro. La recuerdo así desde la microbus VW blanca. Mi tata se fue a buscarla hoy porque ya no quería estar solo. Las cosas que les importaban a ellos, que nos enseñaron a que nos importaran también a nosotros los hijos, tenían sentido sólo compartidas: que la educación, que los beneficios del trabajo infantil (“el trabajo del niño es poco, pero quien lo desperdicia es un loco”). Que el ganado de doble propósito para el trópico, que la caña de azúcar y la lechería en Guanacaste y para los guanacastecos, que la lectura y la expresión oral, que ser educado y respetuoso, que no creerle el cuento a los curas, que ser cariñoso con los familiares y parientes, que la importancia de las tradiciones guanacastecas.

Que la importancia de ser bilingüe, que la importancia de la educación técnica, que la importancia de viajar y aprender de otras culturas y traer las enseñanzas a Costa Rica, que no hay que dejarse de los liberacionistas, que hay que revelarse ante lo incorrecto y lo injusto. Siempre comprometidos con la política, tuvieron amigos entrañables verdes, Beto Cañas y Macho Carazo, por ejemplo. Tampoco tuvieron miedo a diferir, creyeron que el Doctor no debía ser el candidato en el 66 ni Miguel Ángel en el 90 y tenían razón. Ganamos en el 66 y en el 90. También se opusieron al apoyo que el Gobierno de Carazo les dio a los Sandinistas. Y también tenían razón, el tiempo se las dio. Esas no eran cosas de fácil discernimiento. Y para un güila como yo eran misteriosas y fascinantes.

Mi papá me dijo claramente en el 78 que habría una dictadura comunista en Nicaragua. También me contó que los gringos sabían sobre el ataque a Pearl Harbor antes de que sucediera y por
qué no hicieron nada. Y nos educaron con una gran libertad que nos permitía llegar casi al libertinaje. Y ahí, en esa grandísima libertad, es que salimos tan diferentes sus cinco hijos. Y además entendieron y respetaron que todos éramos distintos.

Para tratar de continuar su intenso legado decidimos, sin planteárnoslo expresamente, dividirnos las tareas: Unos más intelectuales, otros más educadores, otros más ganaderos, otros más agricultores, otros más caballistas, otros más politiqueros y otros, ciertamente, más fiesteros. Lo de la parte de noviero de la juventud de mi papá, eso se la llevó Quinchito a quien también estamos
recordando con mucho cariño en estos días en los que hubiera celebrado su cumpleaños.

Eso sí, todos amantes y defensores de Liberia, todos bailarines, todos de a caballo, todos interesados en lo que pasa en el mundo… Todos honrados, todos buenos hijos, todos buenos padres, y hoy, ya sin ellos, todos hermanables”.

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