Dos Guanacastecas Desconocidas que brillaron en Costa Rica y el mundo

Por Juan Santiago Quirós Rodríguez. Docente. Líder cultural y educativo

En el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, conviene recordar a dos distinguidas mujeres guanacastecas, poco conocidas, creo, por el público: una es Emilia Rivas Bustos viuda de Santos y la otra, Pacífica Zelaya Villegas. Doña Emilia Rivas Bustos, primera enfermera graduada de Costa Rica y de América Latina, nació en Liberia, el 24 de junio de 1861, hija de Donato Rivas y Dolores Bustos, según la ivestigación realizada por la licenciada Ana María Arias Calderón, y que consta en su libro: Semblanza de Emilia Rivas Bustos (octubre de 2023).

Se casó en Puntarenas, con el doctor Abel Santos, el 6 de junio de 1888, donde también ejerció como maestra. Debió haber quedado viuda muy joven, porque al saber que había una beca para estudiar enfermería, la solicitó, en 1897 y, al concedérsela, partió hacia Estados Unidos, firmándose como “viuda de Santos”. La Escuela de Enfermería del hospital John Hopkins, de Baltimore (USA), había ofrecido una beca para que una joven costarricense fuera a estudiar enfermería a Estados Unidos, siempre que cumpliera los siguientes requisitos: edad de 20 a 30 años, estatura regular, educación escolar, conducta honorable y constitución sana. La institución ofrecía enseñanza, alimentación y vestidos (exceptuando ropa interior).

La Junta de Gobierno de la Facultad de Medicina, Cirugía y Farmacia aceptó la solicitud de doña Emilia, le dio trámite a la petición, la recomendó para la beca y le pagó los pasajes a ese país. Ahí estudió en Baltimore y en Filadelfia. Una vez graduada, trabajó por dos años en Santiago de Cuba, como subdirectora del Hospital Civil. En 1904, regresó al país y le solicitó a la Junta de la Facultad que le reconociera el título de enfermera, obtenido en el Colegio Médico Jeffersoniano, de Filadelfia. La Junta accedió y fue nombrada como la primera costarricense graduada en enfermería.

El 20 de mayo de 1904, se le concedió la dirección del hospital San Rafael de Puntarenas y se le nombró también directora de Enfermería de ese centro de salud, con un salario de 150 pesos mensuales, más los gastos de alimentación. Durante 25 años, laboró en este hospital, al final de los cuales puso su renuncia por sentirse ya cansada.

En 1930, su delicado estado de salud la obligó a retirarse a San José, donde murió el 24 de febrero de 1931, a los 70 años, después de toda una vida dedicada al ejercicio de la medicina y de la caridad pública. Pachica, para sus amigos, de acuerdo con publicaciones de la época, específicamente, la revista semanal Páginas Ilustradas, de 1907, nació en Liberia, en 1882, hija de Rafael Zelaya y Fabiana Villegas. Estudió en San José, en el Colegio de Sion y en el Colegio Superior de Señoritas, donde se graduó con excelentes notas, en 1898.

Mientras cursaba sus estudios de escuela y colegio, a los 11 años, se matriculó en la Escuela Nacional de Música, en las clases de teoría y solfeo. Posteriormente, pasó a la escuela Santa Cecilia, donde fue alumna de los excelentes músicos don Pilar Jiménez, don Alejandro Monestel y don José
Joaquín Vargas Calvo.

Su primer instrumento fue el violoncelo, pero continuó con piano, al cual dedicó toda su formación. En 1902, pasó a formar parte del grupo de profesores de la escuela, como maestra instructora. Dadas sus cualidades como intérprete, fue la primera mujer en tocar en público en el recién estrenado Teatro Nacional, pero no hay programa de su concierto. Asimismo, por sus méritos, se le concedió una beca para estudiar en Bruselas, adonde partió el 20 de junio de
1904.

Estudiaba piano de 6 a 8 horas diarias y fue tal su empeño, que la renombrada fábrica de pianos y arpas Erard, de París, le regaló una arpa para que, cuando regresara a Costa Rica, enseñara a los niños y jóvenes ticos a tocar este instrumento. El cónsul de Costa Rica en París, el marqués don Manuel María de Peralta supo de sus virtudes musicales y la recomendó ante nuestro gobierno, el cual le otorgó una beca para que se ayudara en sus estudios.

Se sabe de un concierto que dio en Bruselas y en París, con música de Liszt, Mendelssohn y otros compositores clásicos, y de las elogiosas palabras que le dedicó el profesor Van Damm, como a una de sus mejores discípulas. Ese concierto del 20 de junio de 1907,fue el último que ella daría. En julio, antes de tomar el último curso para regresar a Costa Rica, fue asesinada por su novio, en París, con una puñalada en el corazón. Epílogo. Como ellas dos, debe haber más mujeres y hombres muy destacados, pero poco conocidos por el público: artistas, educadores, científicos, religiosos. Tal vez, algún día, sepamos de ellos y les rindamos el tributo que se merecen, como lo hacen hoy las páginas de este renombrado periódico, Anexión, espejo fiel del Guanacaste Eterno.

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