Al padre Edwin Baltonado Guillén, nuestro querido BALTICA, lo felicité hace un par de meses porque creí que cumplía 95 años, y me corrigió con su modo amable, dulce y firme, pues me hizo notar que el 13 de junio cumplía 97 años, y pronto también 64 años de sacerdocio, pues fue ordenado un 15 de diciembre de 1949, mientras Costa Rica se reponía de los estragos de la que sería la Guerra del 48.
Baltica, el religioso amante de la poesía que ha sido por años miembro activo y sostén del “Centro Literario de Guanacaste”, es casi un “cura centenario” que todavía radica en su Liberia natal.
Aunque su madre fue santacruceña de humilde origen, le correspondió llevar uno de los apellidos más famosos y de abolengo de la Ciudad Blanca, que refiere a los dueños de la Hacienda El Pelón de la Altura, incluyendo muchas hectáreas de lo que hoy es el Parque Nacional Santa Rosa y valiosas propiedades junto al parque central.
Su padre fue el diputado Aristides Baltodano Briceño, además que el estadio y el hospital hoy rinden honor a los nombres de sus tíos, Edgardo y el doctor Enrique Baltodano.
A pesar de la millonaria herencia que recibió de sus progenitores, nunca fue una persona que presumiera de sus bienes, sino todo lo contrario, un gran mecenas y socorro económico oportuno para el Seminario Central, algunos sacerdotes en dificultad y otras parroquias necesitadas.
Yo mismo doy testimonio de su valioso auxilio económico en algunos momentos de crisis que tuve.
Los dotes de humildad siempre han formado parte de su quehacer diario y a pesar de su veteranía, todavía se le ve dando misa en Liberia y donde se le pida, ofreciendo sermones y consejos de gran impacto, por su vasta experiencia pastoral.
DIOS le siga dando larga vida a este guayacán religioso de Guanacaste, que pudiendo descansar feliz en cama de oro, decidió pasar los años previos a su centenario en la Casa Cural de Liberia, como un sacerdote más al servicio del pueblo, dando siempre ejemplo de pobreza a quienes anhelan una vida de opulencia
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