Que en lugar de ANEXIÓN deberíamos hablar de INCORPORACIÓN del Partido de Nicoya, porque la unidad no se dio por la fuerza, nos dicen con buen fundamento. Y quizá sobran razones para que sea así, pues en la llamada “Acta de la anexión”, hemos corroborado que ni siquiera aparece la palabra “anexión”. Pero hay una realidad que tampoco debemos de desdeñar; la realidad derivada de la tradición, de la costumbre, la que naciera quién sabe cuántos años atrás: la de celebrar la ANEXIÓN del Partido de Nicoya.
Así, llámese como se llame correctamente, lo que interesa, lo que importa, lo trascendental, es el resultado de esa libre decisión tomada el 25 de julio de 1824, como culminación de un proceso iniciado tres años antes, cuando se diera la independencia de España, para Costa Rica, Nicoya y demás países centroamericanos.
Fue tan natural ese abrazo, que al suscribirse el acta oficial donde se proclama la unión de Nicoya a Costa Rica, algunos nicoyanos lo habrían visto como un acto casi innecesario, después de tanto tiempo de participar conjuntamente, como un mismo pueblo, ante órganos de la realeza española. Sin embargo, para entonces, y demostrado unas cuatro décadas después, ese acuerdo público y voluntario, plasmado “en un papel”, fue adquiriendo mayor relevancia.
Algunas autoridades nicaragüenses se sentían despojados de algo que, decían, les pertenecía, y así soñaban con que Liberia, Santa Cruz y Nicoya, formaran parte del territorio de Nicaragua. Por tanto, si no se hubiera dado el acto formal en que se abrazan fraternalmente ambos pueblos, quizá, con el paso de los años, hoy no celebraríamos dicha unión. Por eso, hoy también hemos de felicitar y agradecer a los guanacastecos, por el buen tino y prudencia que demostraron, ese 25 de julio de hace casi dos siglos.
Aunque todavía hoy, de vez en cuando, algunos gobernantes nicas “levantan su espada patriótica”, para luchar por la “recuperación” de Guanacaste, el acta histórica es y seguirá siendo determinante, a favor de nuestra Patria. Como lo fue, el 15 de abril de 1858, al suscribirse el “Tratado de límites Cañas – Jerez”, donde, gracias a una muy bien realizada negociación, auspiciada brillantemente por nuestro héroe don Juan Rafael Mora, los representantes nicaragüenses reconocieron, por primera vez y contundentemente, que todo el territorio guanacasteco era parte integral de Costa Rica.
Han pasado 199 años y, día con día, el pueblo costarricense tiene el deber patriótico de reafirmar, con sus actos, la trascendencia de la “anexión”, las consecuencias positivas que ha tenido la misma, para este maravilloso pueblo, para esta formidable Patria.
Es inimaginable el destino que, probablemente, habrían tenido los guanacastecos y costarricenses, en el hipotético caso de que los hermanos del entonces Partido de Nicoya, hubiesen querido mantenerse como un ente autónomo e independiente. Por ello, hemos de agradecer a Dios el haberlos iluminado para tomar la decisión que tomaron, al librarse y librarnos, de la pesadilla en que ambos pueblos nos habríamos sumido.
Una “Costa Rica sin el Partido de Nicoya”, la que existía anterior a ese 25 de julio de 1824, pudo haber sido algo posible, pues como recordamos, no fue sino hasta el 15 de abril de 1858, que los representantes de la vecina Nicaragua, implícitamente, reconocieron como válida el acta que evidencia la unión de Guanacaste a su hermana mayor.
Quizá valdría la pena hacer una pausa, y reflexionar sobre lo que habría sido para los ticos, el vivir en un país sin Guanacaste como parte integral de nuestra nacionalidad, sin sus llanuras, sin su biodiversidad, sin sus litorales, sin sus montañas, sin sus paisajes, y muy especialmente, sin su gente, sin su cultura, sin su calor humano. Por ello, “en noches de luna llena…”, y en todas las noches y días en la pampa guanacasteca, se respira un aire especial de beneplácito por la decisión trascendente, tomada por los habitantes del entonces independiente partido de Nicoya. Ni pensar lo que seríamos sin ese queridísimo territorio, en el que resalta el mundialmente famoso ramillete esplendoroso de playas, las extensas sabanas, los bosques con árboles de refulgentes flores multicolores, y más importante todavía, los compatriotas ejemplares que nos brindan su inteligencia, laboriosidad y cultura folklórica única que caracteriza a toda la nación. Celebremos pues, la llamada “anexión” con que se conoce la incorporación voluntaria del Partido de Nicoya a SU PATRIA natural.
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