El principal problema que tenemos es político

Por Mario Francisco Quirós Salazar. Abogado. Analista político.

De cara a las elecciones, la primer pregunta a cualquier candidato -antes de escuchar propuestas sobre economía, seguridad o empleo- debería ser: ¿Cómo va a resolver el problema político que impide que Costa Rica avance? Solo entendiendo eso podremos evaluar la verdadera viabilidad de todas las demás propuestas.

No me malinterpreten, enfrentamos una diversidad de retos en seguridad, en empleo, en protección y cohesión social, en competitividad; la lista podría seguirla. Todos son graves y requieren atención urgente. Pero cuando pensamos en cómo solucionarlos, nos damos cuenta de que el principal problema que tenemos -el que impide dar solución a todos los demás- es esencialmente político. Este es un proceso que lleva ya más de dos décadas, en que los problemas se han acumulado, las soluciones se han retrasado y cada nuevo gobierno administra más crisis en vez de transformaciones.

¿Y POR QUÉ?
Porque nuestro sistema no ha logrado acordar, priorizar y ejecutar soluciones con oportunidad y eficacia, de forma que las personas sientan impacto real en su vida cotidiana. Diagnósticos no nos faltan, sobran. Tampoco estudios, comisiones, informes o propuestas técnicas que señalen qué se debe hacer. Lo que sí falta son condiciones políticas que hagan posible avanzar en soluciones reales a las necesidades de la ciudadanía.

¿QUE LO EXPLICA?
1. Un sistema institucional diseñado para un bipartidismo que ya no existe: Nuestro marco institucional fue creado para funcionar con lógica bipartidista. Cuando esa dinámica se fragmentó, el sistema no se adaptó y hoy resulta incapaz de procesar con eficacia la nueva realidad multipartidista.
2. Partidos que han dejado de ser partidos: Han perdido su carácter de plataformas con visión nacional y de largo plazo. Se han transformado en vehículos de aspiraciones personales o territoriales, sin capacidad de articular consensos que sustenten proyectos de país.
3. Electoralización de la política: Vivimos en un ciclo electoral casi permanente. En vez de construir acuerdos estratégicos, las decisiones se toman bajo el cálculo de réditos inmediatos en encuestas o en elecciones, bloqueando la posibilidad de avanzar en verdaderas políticas de Estado.
4. Fragmentación de la representación política y social: Lo que tenemos actualmente es una suma de presiones de gremios, sectores y actores específicos. Muchas veces, esos intereses capturan la agenda y desplazan el interés general. Los acuerdos son parciales y frágiles porque responden a prioridades puntuales, no al conjunto de la sociedad.
5. Cortoplacismo estructural y ausencia de visión de largo plazo: Gobiernos, partidos y actores sociales operan bajo la lógica de “sobrevivir” al ciclo de cuatro años sin grandes crisis o retrocesos. Esta “ley de los mínimos” resuelve la coyuntura, pero impide la construcción de transformaciones de fondo.
6. Un sistema político-institucional ineficiente y descoordinado: El diseño actual no tiene un marco claro de coordinación. Hay un aparato público con funciones superpuestas, duplicación de esfuerzos, choques constantes y decisiones clave que se retrasan o simplemente no avanzan.
7. Una institucionalidad que se autoprotege frente al cambio: El aparato institucional, eficaz en otro momento, hoy vive en modo de autopreservación. Esto lo hace lento, con baja capacidad de ejecución y más orientado a defender lo existente que a impulsar transformaciones.
8. Una crisis del sistema de representación: Transversal para todos los actores que forman parte de la dinámica institucional, no solo para los partidos. El sistema ya no articula diversas demandas ciudadanas -sociales, sectoriales y gremiales- en un proyecto común de país. Hay una representación fragmentada sin cohesión nacional.
9. Una legitimidad en desgaste continuo: La suma de todos estos factores erosiona la confianza en las instituciones y en los liderazgos políticos. Sin legitimidad, las decisiones difíciles se vuelven políticamente inviable y se alimenta el círculo de bloqueo y frustración ciudadana.
10. Una política que se ha alejado de la gente: Siempre se dice que la ciudadanía se ha alejado de la política. Pero quizás es la política la que se ha alejado de la ciudadanía. El reto no es que la gente se interese más en la política, sino que la política logre interesarse más en la vida real de la gente.

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