Una travesía por el río Tempisque en la Semana Santa de 1936

Por Elieth Montoya Gamboa. Docente, escritora y empresaria

Es una historia contada por mi madre, la gran poetisa y escritora abangareña, Ofelia Gamboa, quien incansable nos narraba sus cuentos, cada vez que recordaba sus peripecias de niña. Fue desde febrero que mi abuelo José le prometió llevarla hasta Santa Cruz,
cuando cursaba sexto grado, a visitar a su tío y padrino, Lalo Gamboa, quien se desempeñaba como Visitador de Escuelas en aquellas remotas tierras.

El viaje empezó el Domingo de Ramos, pues pasarían la Semana Santa por allá. Muy a las diez de la noche salieron a caballo, abuelo, mamá y mis tíos Chema y Lela. Apertrechados con sus valijas de cuero, empezaron el camino que les llevaría a Manzanillo. Los caballos los guiaba Juan Mora, conocedor de aquella polvorienta ruta. Con una luna como el día, en las orillas del camino, brincaban los cuyeos, que según los cuentos de las abuelas, eran expertos en perder a los chiquitos, pues en su brincoteo característico, los iban atrayendo a los montazales donde desaparecían misteriosamente.

Después de mucho andar, Ofelia se sentía incómoda en la montura de su caballito blanco llamado Palomino. A lo que abuelo sonriendo le dijo: debería haberse puesto sebo antes de montarse! Los celajes empezaron a teñirse de rojo en el horizonte y con un espectacular amanecer llegaron al puerto de Manzanillo. Ahí les esperaba Lina Orocú, experta cocinera bajureña, quien preparó enormes tortillas palmeadas en el aire, para dorar en el comal, que calentaba en su enorme fogón.

Con cuajadas y gallopinto, acompañado de humeante café chorreado, se sentaron en las mesas sorosadas, que lavaban con hojas de raspaguacal. Por cierto, esa planta abundaba en los patios de las casas y potreros y ahora es bastante escasa. Volviendo a la historia, los viajeros debían esperar hasta que llegara la lancha cuando estuviera alta la marea. De repente, a las cinco, se empezó a escuchar el pito de la enorme embarcación llamada Miravalles! Después, lentamente los marineros la acercaron al muelle y abordaron hacia Puntarenas.

En el puerto pasaron el resto del día, entre sabrosos granizados y visita a Los Baños, donde había un conjunto de la capital amenizando con sus boleros a los visitantes en aquella apaci ble tarde. Deslumbrada por el mar, que entraba con fuerte oleaje hasta casi el
alón de baile, Ofelia disfrutó de ese inicio del viaje. Después, esperar en el Muellecito, la llegada de la lancha que viajaría hasta el puerto de Bolsón. En el recorrido lento por un desfile de pequeños puertos, pudieron saborear un delicioso pescado frito con yuca, que el cocinero les ofreció a los viajeros.

Y entonces, cuando entraron a la desembocadura del Tempisque, aparecieron aves de gran belleza, que anidaban en los manglares, garzas morenas conocidas como garzas rosadas, gigantescos Jabirú, yegüitas de río, alcarabanes y muchos curiosos monos, así como enormes iguanas. Pero lo más impresionante fue observar los lagartos grandes que nadaban cerca de la embarcación.

Al arribar al Puerto de Ballena, se encontraron al frente con el Puerto de Bolsón, donde los esperaba Lalo. Después de bajar las maletas, viajaron en un carro alquilado por el camino polvoriento, hasta Santa Cruz. Pasaron por el pueblito de Bolsón, con sus casonas de techo de teja de barro. Grupos de viajeros pasaban a caballo y muchas carretas iban cargadas con la mercadería de los negocios de los comerciantes de Santa Bárbara y Santa Cruz.

Sorpresa! En el pujante Santa Cruz había Parque y kioskos donde vendían refrescos de tamarindo, horchata, resbaladera, granizados y comidas típicas. Mujeres con mesas ofrecían tanelas, roscas bañadas de dulce, rosquillas y empanadas. Celebraciones religiosas en la colonial Iglesia de Esquipulas, lentas procesiones con el Nazareno y aunque había corriente eléctrica, a las diez de la noche ya la quitaban! Luego, llegado el Sábado Santo, emprenden el regreso para Las Juntas de Abangares, haciendo el largo camino, lanchas y caballos incluidos, con las valijas llenas de hermosos recuerdos.

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