
La política es una actividad humana muy difícil y sacrificada. Una tarea donde lo sublime y lo mundano se dan la mano. Es difícil incursionar y transitar por esos mundos, pero lo es más, cuándo se convierte en un modo de vida. En ella la adulación puede nublar los sentidos y embriagar nuestras neuronas. La ambición no tiene límites y el poder a veces se extiende más allá de la frontera donde se sacian las necesidades mundanas.
En política, la amistad es una condición humana muy frágil. El amor y el odio se abrazan, pero esos sentimientos son muy volátiles. La traición es una moneda de cambio muy usada en esas lides. Tu hermano del alma, mañana puede llegar a ser tu peor enemigo y viceversa.
El político casi nunca queda bien con los ciudadanos a pesar de su trabajo en beneficio de la humanidad. Además, en el mundo, con mucha frecuencia no goza de buen prestigio.
Los favores que hace se los lleva el viento, pero sus errores y abusos se mantienen a través del tiempo, inclusive en muchas ocasiones, se perpetúan más allá de su existencia terrenal. A pesar de todo, en las democracias la política y los políticos son necesarios, para conducir la consecución de obras que faciliten la vida ciudadana, también para llevar a cabo programas de educación, salud humana, economía, proyectos de comunicación, etc.
Pues no existe obra social donde no participe la acción de un político (“pequeño, más o menos o grandote”). De sobra es preferible el claroscuro de la política y los políticos que la bota del militar o la mano dura del dictador. En mi corto tiempo de acción política aprendí que, no es en el ejercicio de esta actividad donde uno podría convertirse en un corrupto; a mí me parece que eso se trae en los genes y principalmente en su formación familiar.
Asimismo, puedo afirmar que algunos políticos costarricenses se han propuesto objetivos bien pensados y los han alcanzado con trabajo arduo, entrega y convicción, haciendo realidad grandes conquistas en nuestro querido país. Hombres como Jesús Jiménez Zamora, José Figueres Ferrer, y Rafael Ángel Calderón Guardia. Quienes, en sus periodos de gobierno, le dieron a Costa Rica: educación gratuita, obligatoria y costeada por el estado (1869), garantías sociales (1943) y el no tener ejército militar (1948).
Pienso, lo digo y lo proclamo para que mi voz se vaya en las alas del viento y se logre esparcir a través de los mares, ríos, praderas y montañas, por todo el globo terráqueo: estos tres logros obtenidos y fortalecidos por los costarricenses a través de su historia política, han sido algo extraordinario, ejemplo para muchos países del mundo. Durante el periodo en que tuve el honor de ocupar un cargo político como legislador de mi país, me puse al servicio de los costarricenses en general, muchas veces orientando y guiando a quiénes de una u otra forma me solicitaron alguna ayuda, entre ellos mis coterráneos guanacastecos.
En otras ocasiones, haciendo uso de las partidas específicas asignadas a cada legislador para hacer obra comunal en beneficio de muchos pueblos de nuestra provincia. Sobre todo, me declaro apasionado por mi profesión de médico, la cual he ejercido con mucha responsabilidad, entrega y devoción no solo con el arte de curar, sino también en el campo de la educación médica, dirigida a los profesionales en ciencias médicas y a los pacientes. La experiencia en el campo de la política y la medicina, han incrementado mi sensibilidad humana y perspectiva de futuro en la búsqueda de un mundo en el que la salud y la dignidad esten a la disposicion de la humanidad.
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